EPÍSTOLA



Por Enrique Symns

Los viajeros solo desean llegar y partir de los puertos, nunca permanecer. En los puertos, la vida es una aburrida parodia. Hay pianistas, payasos y toda clase de inventos para entretener a los que viajan. Hay amores para acompañar la soledad y juegos dramáticos para perder el tiempo.

Todos los días nos vemos obligados a escoger entre ser el guerrero-pirata-loco-extraterrestre o ser el lame-mocos que solo quiere casarse-escribir el libro-alquilar el depto y demás.

Es más cómodo viajar en silla de ruedas sobre la autopista de las emociones controladas. Es más cómodo que ir rengueando por caminos desconocidos. Es más cómodo internarse en el asilo de las costumbres que seguir recorriendo nuestro miedo a la oscuridad.

Brindo por todos aquellos que insisten en desconocer el misterio de la existencia. Por que en el brindis cierren los ojos y que al volver a abrirlos el escenario sea otro y la obra maravillosa.

Brindo por los intrépidos que hoy están tristes, por los vagabundos que se creen perdidos, por los rebeldes que están resignados, por los perseguidos que tímidamente poseen el secreto. Que se cumplan sus peores propósitos. Que gocen el peor momento. Que sigan siendo polizones ocultos entre los pliegues de la pesadilla colectiva. Que nunca los encuentren, que siempre lleguen a tiempo o que no exista el tiempo, para que puedan llegar.

Brindo por mis invisibles amigos, los que saben que no saben, los que, deseando vivir, viven simplemente deseando.

Que funden su reino, que encuentren su magia, que hagan la fiesta, que nunca se pierdan.

Y de no ser así, que el mundo se pudra en el infierno que nos sugieren.

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