APUÑALADO

Hace una semana no salgo de la casa. Estoy apuñalado por la enfermedad. Pongo los ojos en las letras y no puedo leer. Solo duermo, cago y veo la estúpida tv. Eso me saca de quicio. Si pudiera al menos concentrarme en alguna página de prensa, en alguna música, si pudiera cerrar los ojos y quedarme en silencio y dormir eternamente por una semana, eso sería el cielo. Dejar de vivir y vivir en sueños. Ayer soñé en una casa de campo.



Era amplia, fresca, con paredes en tapia gruesa y una sala con muebles blancos y cojines marroquíes y tapetes traídos de Estambul, paredes con estampillas gitanas y velos húngaros y un puesto para la pipa Judía. Era tranquilo estar allí, y respirar un aire ajeno, un aire con pinceladas de incienso acre.

De vez en cuando me asomo a la ventana y siento el aire de afuera. Es gratificante saber que un día volveré a estar allí, entre el viento, las calles y mirar a este señor de frente, sin vergüenza. Soy un animal enjaulado, un esclavo, un preso. Soy un leproso, tengo miedo, frio y miedo. No sé qué pasará mañana cuando no amanezca y el cielo se cubra para siempre de una nube espesa de ceniza. Mañana, cuando las calles oscuras y solas, tengan en los rincones a sus violadores, a sus putas y dealeres, y otros seres de la calle y la noche…ellos que esperan a que pasemos para darnos por culo. El miedo es a perder la esperanza. El miedo es a perder el juicio. El miedo es a perder el amor y volvernos desconfiados y tremendamente solos. El miedo es a estar un día desnudos ante la puerta de la maldad y saber que de allí no retornaremos, y estaremos para siempre vacíos, y para siempre ansiosos, corriendo y ansiosos

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